Fray Fernando Uribe Escobar, Sacerdote Franciscano, Teólogo, Tratadista, Académico y Profesor Universitario especialista en Franciscanismo. Nació en Envigado, Antioquia, Colombia el 13 de Agosto de 1939 en el hogar de José María Uribe y Gabriela Escobar. Falleció en Medellín, Colombia, el 15 de Julio de 2015.
Mensaje de Fray Fernando Uribe Escobar, desde Roma, para Alfredo Vanegas Montoya:
Roma, 3 de Octubre de 2008
Estimado Alfredo,
te escribo desde Roma, a donde llegué el pasado miércoles por la tarde. Ocurrió lo que presentía y que no pude evitar: durante el viaje falleció mi hermana Teresita. Mientras yo viajaba a la ciudad eterna, ella volaba a la eternidad. El consuelo que me queda es saber que descansó de tan terrible enfermedad.
Te estoy muy agradecido por la gentileza que me manifestaste durante nuestro breve reencuentro. Gracias también por juntar varios de los títulos de las cosas que he publicado; es una búsqueda que nunca he hecho por falta de paciencia.
Aprovecho la ocasión para saludarte y expresarte mis mejores deseos de paz y bien.
Cordialmente,
Fernando Uribe, ofm
Algunas obras de Fray Fernando Uribe Escobar compiladas por Alfredo Vanegas Montoya:
La Regla de San Francisco. Letra y espíritu (Publicaciones del Instituto Teológico de Murcia OFM), Ed. Espigas, Murcia 2006. Este trabajo se inscribe dentro de los comentarios de la Regla denominados del «nuevo curso». A través de las 22 unidades en que está dividido el texto de la Regla, el autor hace un valioso esfuerzo por rescatar el valor de las palabras, analizadas en el contexto de otras fuentes medievales, en particular de los escritos de san Francisco. Como complemento a la interpretación del texto y a manera de subsidio para la «relectura» del mismo, cada unidad está enriquecida con un conjunto de sugerencias para la actualización, y una buena guía bibliográfica que permite profundizar los respectivos temas. Se trata de un libro de gran utilidad, no sólo para la formación (permanente e inicial) de los hermanos franciscanos, sino también para quienes deseen conocer mejor el pensamiento de san Francisco. Esta obra puede ser solicitada a: Librería Franciscana. Dr. Fleming, 1. E-30003 MURCIA (España). Tel. 968 23 99 93.
Correo electrónico: editorialespigas@telefonica.net Web: www.franciscanos-ofm.org.
-MINORITY IN THE LIGHT OF THE WRITINGS OF ST. FRANCIS OF ASSISI
Fernando Uribe OFM
Original paper in Italian: «Minores et subditi omnibus». Tratti caratterizzanti dell’identità francescana.
Atti del Convegno 26-27 novembre 2007, a cura di L. Padovese, Istituto Francescano di Spiritualità, PUA, Edizioni Collegio S. Lorenzo da Brindisi – Laurentianum, Roma 2003, 149-190.
Towards an identification of the concept of minority
In order to find the raison d’être of the name «minors», chosen by Francis to designate the Order which he founded, it is indispensable to study his Writings in order to verify the use he makes of such a name in them and, above all, to discover the reasons which motivated him to choose such a name.
One first important verification is that in Francis’ writings there is a certain adverse feeling against all that which gives an idea of superiority, as in the case of such terms as magis (magnus, magister, magnatus), or in the prefix prae (praelatus, prior) or super (superior, superbus), as well as in other similar terms. The term minor is found fourteen times in the critical edition of the Writings by Kajetan Esser, and it is always linked with those writings which speak about the life or condition of the brothers. It is only once that the term is used to refer to time, in the Later Rule 8,3: «Let them do this [the Chapter] once in every three years, or at other longer or shorter intervals.» The other thirteen times can be distinguished into two groups: the first refers to the use of the term to indicate the identity of the Order or the brothers, while the second is used to express their condition or modality of being.
A) The group of texts which use the term to indicate the identity of the Order is the most.
– Introducción a las hagiografías de San Francisco y Santa Clara (siglos XIII y XIV), por Fernando Uribe, ofm. Editora Espigas, Murcia 1999, 1 vol. br., 170 x 240, 587 p
– Fernando Uribe, OFM, El Florero de San Francisco. Una compilación en busca de reivindicación, p. 213
– Fernando Uribe, ofm, Comentar hoy la «Regla franciscana». El «nuevo curso » en la interpretación de la «Regia bulada», cincuenta años después del «Werkbuch», p. 119
-Gli avvenimenti romani della vita di S.Francesco ed i luoghi romani che visitò e abitòdi Fernando Uribe, ofm
N.B. I brani che seguono sono tratti da F.Uribe, Itinerari francescani, Edizioni Messaggero Padova, Padova, 1997.
Siamo pronti per la loro immediata rimozione se la messa a disposizione on-line non fosse gradita a qualcuno degli aventi diritto
– La Santa Sede –Italiano-
EDIZIONI ANTONIANUM, ROMA, Fernando Uribe OFM (a cura di), Il «Liber Naturae» nella «Lectio» Antoniana, 1996.
– URIBE. FERNANDO
Il «Liber naturae» nella «Lectio» antoniana. a cura di Fernando Uribe OFM
Roma. Ed. Antonianum, 1996 – 330 pg., 24 cm
LA REGLA DE SAN FRANCISCO HOY
FERNANDO URIBE OFM
Las Constituciones Generales de la Orden de los Hermanos Menores, recientemente aprobadas, traen la fórmula de la profesión religiosa en el art. 5 § 2.[1] Esta fórmula está dividida en dos partes, de las cuales la más importante es la primera, que literalmente dice así:
Ad laudem et gloriam Sanctissimae Trinitatis.
Ego Fr. N. N., cum Dominus hanc gratiam mihi dedit Evangelium et vestigia Domini Nostri Jesu Christi pressius sequendi, coram fratribus adstantibus, in manibus tuis, Frater N. N., firma fide et voluntate: voveo Deo Patri sancto et omnipotenti vivere per totum tempus vitae meae (vel per… ann…) in oboedientia, sine proprio et in castitate, simulque profiteor vitam et Regulam Fratrum Minorum a Papa Honorio confirmatam, et profiteor hanc ipsam fideliter servare secundum Constitutiones Ordinis Fratrum Minorum.
Para alabanza y gloria de la Santísima Trinidad.
Yo, Hermano N. N., puesto que el Señor me dió esta gracia de seguir más de cerca el Evangelio y las huellas de nuestro Señor Jesucristo, delante de los hermanos aquí presentes, en tus manos, Hermano N. N., con fe y voluntad firmes: hago voto a Dios Padre santo y omnipotente de vivir durante toda mi vida (o por… año…) en obediencia, sin propio y en castidad; y, al mismo tiempo, profeso la vida y Regla de los Hermanos Menores, confirmada por el Papa Honorio,
y prometo observarla fielmente según las Constituciones generales de la Ordende los Hermanos Menores.
Como se puede ver fácilmente, hasta aquí la fórmula contiene dos compromisos: el primero se expresa con los verbos «voveo … vivere» (hago voto de vivir), y el segundo con los verbos «profiteor … servare» (prometo observar). Centremos nuestra atención sobre el segundo compromiso. Fijémonos cómo la acción de los verbos «prometo [profeso] observar» recae directamente sobre las palabras «la vida y Regla de los Hermanos Menores». Son ellas el eje del predicado. El objeto de la promesa es «observar siempre la vida y Regla de los Hermanos Menores».
El verbo «prometer» tiene casi siempre en el lenguaje de san Francisco la connotación de «profesar».[2]Correspondía a la forma de hablar de su época. Lo que hoy llamamos «profesión» (professio), en la Edad Media era llamado «promesa» (promissio). Algunas veces el verbo «prometer» aparece unido a «observar» (guardar)[3] y siempre en frases de gran importancia, que expresan o recuerdan el compromiso fundamental de los hermanos menores.
En el caso de la fórmula de la profesión, desafortunadamente no se empleó el verbo «promitto», de mucha más raigambre franciscana; se prefirió «profiteor» quizá por razones jurídicas. De todas maneras, su significado sigue siendo sustancialmente el mismo que el «promitto» de san Francisco, tanto más que aparece acompañado de una terminología tan característica de él, como: «observar», «vida y Regla».
Según esto, cuando alguien «promete observar siempre la vida y Regla de los Hermanos Menores», su compromiso se coloca casi al mismo nivel de «hacer voto de vivir». No en vano este segundo contenido del compromiso aparece estrechamente unido al precedente en la primera parte de la fórmula de la profesión.
Creo que esta sencilla constatación nos pone de presente el puesto de primer orden que tiene la Regla para un hermano menor, al menos como exigencia que se plantea desde la identidad misma de la Fraternidad franciscana. La Regla da al que la profesa una fisonomía específica dentro de la Iglesia y el mundo: lo determina como «hermano menor» y le asigna una función específica en la construcción del Reino de Dios (cf. Vaticano II, Decreto PC 2).
ALGUNOS INTERROGANTES
Pero, vale la pena que nos preguntemos: ¿realmente tiene la Regla a nivel de convicciones y de praxis ese puesto de primer orden en nuestra vida? ¿Hasta qué punto la imagen que presentamos los franciscanos de hoy refleja la identidad típica del hermano menor que debe ser modelada por la Regla?
Estos cuestionamientos no proceden inicialmente de una consideración de tipo moral (es decir, nuestras debilidades y limitaciones en la observancia de la Regla), sino, ante todo, de la coyuntura crítica que nos ha tocado vivir durante los últimos años, especialmente a partir del Concilio Vaticano II.
Hablo de coyuntura crítica para referirme concretamente al fenómeno de una Regla que no es más el punto de referencia para el hermano menor. Si anteriormente era el objeto de reflexiones y revisiones, si era leída semanalmente en las Fraternidades locales y hasta aprendida de memoria, hoy apenas se la tiene en cuenta en la vida ordinaria; parece relegada a ser uno de los temas de estudio durante el noviciado. Es un fenómeno difícil de calificar: ¿Desconocimiento? ¿Despreocupación? ¿Cansancio? ¿Rechazo? Quizás un poco de todo esto.
TRES FACTORES DE LA CRISIS
Creo que en esta coyuntura crítica han influido, entre otros, tres factores que merecen ser tenidos en cuenta: 1) la reacción antijuridicista, 2) un ambiguo espiritualismo reduccionista y 3) el redescubrimiento de los opúsculos de san Francisco.
1. La reacción antijuridicista.- En el ámbito franciscano, la reacción antijuridicista se ha traducido en un rechazo de la forma como era interpretada la Regla. No era ordinariamente un anticonformismo frente a la norma, sino frente a la manera como era tomada la norma. No era la negación del «estado de derecho», sino el rechazo del juridicismo. Hablo de «juridicismo» para referirme al legalismo calculado, a veces implacable y carente del mismo «espíritu del derecho».
Los famosos 24 preceptos de la Regla (algunos expositores encontraban 25, 28, 36 y hasta 61), originados en las reiteradas declaraciones pontificias del siglo XIII y comienzos del XIV, calificados de «sub gravi» por los comentaristas, llegaron a crear una visión unilateral de la Regla: se la miró solamente desde el lenguaje preceptivo, poniendo en segundo plano y casi que olvidando su lenguaje exhortativo inspirado en el Evangelio. Esta interpretación legalista fue creando una serie de tensiones y cuestionamientos al interior de la Orden. La Regla no fue ya para muchos hermanos un documento que inspira y anima su forma de vida («lex fundamentalis»), sino la norma que prohíbe y que limita. Por ello cayó en desprestigio.
Este proceso de descontento encontró su punto culminante en el Capítulo General de 1967, el cual pidió la abrogación de las declaraciones pontificias sobre la Regla. La petición fue hecha después oficialmente a la Santa Sede por los Ministros Generales y acogida favorablemente por la Sagrada Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares (Carta del 2 de febrero de 1970). Con esta declaración terminó el descontento para la mayoría de los hermanos, pero comenzó para algunos la sensación de «frustración, de derrota, de salto en la oscuridad, de fuga hacia playas desconocidas».[4] Esto indica que aún persiste en algunos sectores de la Orden la necesidad de las seguridades que dan ciertos puntos de apoyo legalistas y que, por lo mismo, el juridicismo aún podría estar impidiendo la total solución de la crisis.
2. El espiritualismo reduccionista.- Con esta expresión me refiero a los que dicen que basta el Evangelio como norma fundamental de nuestra vida. La idea, que no es original, tomó un nuevo impulso a partir de la afirmación del Vaticano II, según la cual «la norma última de la vida religiosa es el seguimiento de Cristo tal como se propone en el Evangelio» (Decreto PC 2). Esta idea fue corroborada con la primera afirmación que aparece en la Regla, la cual, con una frase solemne y programática, declara: «La Regla y vida de los hermanos menores es ésta: guardar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo» (2 R 1,1). A la luz de esto, se preguntan: si el Evangelio es el punto fundamental de referencia para el seguimiento de Jesucristo, ¿qué necesidad hay de una Regla? ¿Qué función tiene la Regla en nuestra vida si el mismo san Francisco declaró que el Evangelio es nuestra norma y el objeto de nuestro compromiso?
Esta posición, que bien podríamos calificar de «evangelismo reduccionista», es a todas luces ambigua. Mas no es el momento de entrar en discusiones ni en análisis de la misma. Lo cierto es que ella también ha dado su aporte a la crisis sobre la valoración de la Regla.
3. El redescubrimiento de los opúsculos de san Francisco.- Todos nosotros estamos siendo testigos del gran interés que se ha suscitado en los últimos tiempos por divulgar y conocer los escritos de san Francisco. Nunca antes en la historia del franciscanismo se había dado una situación semejante. Es un interés que se inició en las dos últimas décadas del siglo XIX y que, si bien es cierto que permaneció durante varios años reducido al ámbito de los especialistas, a partir de los últimos treinta años está llegando a motivar cada vez más y mejor todos los estratos del mundo franciscano.
Este fenómeno ha tenido una fuerte incidencia en la interpretación de la Regla. La aplicación del método de la historia de las formas («die Formgeschichte») al estudio de la Regla bulada, obligó a recurrir a los otros opúsculos de san Francisco. Las peculiares circunstancias que acompañaron el proceso redaccional de la Regla, exigen que se acuda en primera instancia al menos a algunos escritos tan importantes como la Regla no bulada, el Testamento y algunas cartas.
Se trata de un fenómeno estrictamente metodológico que por sí mismo es positivo; más aún, que es necesario. Pero indirectamente el fenómeno ha producido en algunos un efecto negativo, en cuanto los ha llevado a subvalorar la Regla bulada. Es quizás el reflejo inconsciente de una mentalidad juridicista. Es este, por tanto, otro de los factores que están influyendo en la coyuntura crítica de la valoración de la Regla hoy.
UN PASO SALUDABLE
Es muy probable que la crisis, analizada a la luz de estos tres factores y de todos los otros que puedan estar incidiendo en ella, se constituya en un paso saludable, en un momento de conversión que nos haga purificar («xrisein»: acrisolar, juzgar) ciertas actitudes mentales, y contribuya a crear en nosotros un espíritu nuevo, una nueva mentalidad en la captación y valoración de la Regla.
ACTUALIDAD DE LA REGLA
Esta nueva mentalidad nos llevaría a redescubrir que la Regla es actual. Y lo será en la medida en que ella entre en el ámbito de nuestros intereses, cuando nos interpele y a la vez sugiera respuestas a nuestros cuestionamientos, cuando la encontremos en la línea de la problemática del mundo contemporáneo.
Pero encontrar esa permanente vigencia de la Regla en nuestra vida no es un asunto fácil, porque no es un código aséptico, incoloro o atemporal. Ella es un documento histórico en cuanto refleja una experiencia de vida y hace referencia al pasado. Tiene un entorno vital («Sitz im Leben») que la vio nacer y crecer; está escrita en un lenguaje de hace casi ochocientos años, no siempre comprensible para el hombre de hoy; respondió a una problemática concreta, en muchos casos semejante a la nuestra, pero no todas las veces igual.
Por tanto, hacer actual la Regla supone una lectura amorosa, un estudio paciente, un esfuerzo de interpretación en el ambiente histórico que la vio crecer. No podemos pretender encontrar en la Regla fórmulas mágicas, aplicables a todas nuestras situaciones actuales. En muchos casos se hace indispensable ir más allá de la letra, para descubrir el espíritu de la letra. Es preciso saber determinar los criterios que guían la norma, los principios que la animan; ellos nunca pierden su vigencia. De esta forma, y aunque parezca paradójico, un documento histórico, ligado al pasado, podrá adquirir una vigencia permanente e iluminar el futuro.
UN TEXTO INSPIRADO
A las anteriores consideraciones sobre la actualidad de la Regla debemos agregar otra, no menos válida: se refiere al hecho que la Regla es un texto inspirado. Al abordar este aspecto, no quiero hacer referencia a los relatos polémicos y analógicos con que algunas fuentes tardías presentan la redacción de la Regla en Fontecolombo (cf. especialmente LP 17 y EP 1). «Inspiración» no quiere decir que haya sido dictada palabra por palabra por el Espíritu Santo. Soy de la opinión que en la redacción de la Regla se dio el proceso que normalmente se sigue en la elaboración de un documento: reflexión, redacción de un primer texto, consultas, correcciones y aprobación. Según esto, la Regla no fue una obra exclusiva de Francisco; fue también fruto de la colaboración de los hermanos y de la Iglesia, sin que por esto se le reste nada de esencial a la impronta carismática que dejó en ella el fundador.
Pero en la Regla hubo ante todo la acción del Espíritu Santo. Francisco estaba convencido de ello, como él mismo lo dice abiertamente en su Testamento: «El Altísimo mismo me reveló que debía vivir según la forma del santo Evangelio. Y yo lo hice escribir en pocas palabras y sencillamente, y el señor papa me lo confirmó» (Test 14-15). Es decir, que para Francisco no cabía duda de que el texto de la Regla había sido inspirado por Dios. Esta convicción es representada por Tomás de Celano en la bellísima alegoría de la hostia formada con las migajas de pan: las migajas son las palabras del Evangelio y la hostia es la Regla (cf. 2 Cel 209). Tal convicción está en la misma línea de fe que guió toda la existencia de Francisco. Fue una fe alimentada y templada en la oración. No en vano san Buenaventura recalca estos dos elementos (Espíritu Santo y oración) cuando narra la redacción de la Regla en Fontecolombo: Francisco sube al monte «guiado por el Espíritu santo» y allí «hizo escribir la Regla tal como el Espíritu divino se lo sugería en la oración» (LM 4, 11d).
La Regla es, pues, un texto inspirado en cuanto es el fruto de una «audiencia» de Dios y de una «ob-audiencia» de Francisco. Creo que si asumimos hoy la Regla desde esta perspectiva de fe, tendremos motivos suficientes para re-descubrir en ella una palabra inspirada que nos habla, para encontrar esa invitación amorosa que nos urge a obedecer («obaudire») en la fe y a dar respuestas concretas junto con los hermanos y en medio del pueblo de Dios, a la manera de Francisco, a fin de contribuir a la construcción del Reino.
LOS GRANDES TEMAS DE LA REGLA
Sólo cuando nos ubicamos en esta perspectiva de fe, descubrimos la profundidad y la actualidad del mensaje de la Regla. Es un mensaje que toca la médula misma de nuestra específica razón de ser hoy en el mundo. Para verificarlo, basta recordar los grandes temas de la Regla, aunque sea con una rápida enunciación según el orden en que aparecen:
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El Evangelio, como el indispensable punto de referencia que ilumina y anima el seguimiento radical de Jesucristo (2 R 1 y 12).
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La eclesialidad que lleva a reconocer la Iglesia como el ámbito dentro del cual se desarrolla la vida evangélica de los hermanos (2 R 1 y 12).
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La acogida fraterna de los nuevos hermanos que llegan y las primeras exigencias del seguimiento de Jesucristo (2 R 2).
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La penitencia, como esfuerzo permanente de conversión (2 R 2).
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La oración y el ayuno, como expresión de dedicación a Dios y de penitencia (2 R 3).
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La minoridad, como condición especificante de los hermanos que van por el mundo (2 R 3).
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La pobreza de cosas y de medios cuando se va por el mundo (2 R 4).
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La gracia de trabajar y su relación con la subsistencia y el espíritu de oración y devoción (2 R 5).
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La desapropiación, como libertad para los que colaboran en la construcción del Reino (2 R 6).
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La fraternidad, como actitud de comunión, de servicio y de perdón al hermano espiritual (2 R 6 y 7).
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Los Ministros y los Capítulos, como estructuras de animación y de servicio a la vida fraterna (2 R 8).
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La predicación y las exigencias de la evangelización (2 R 9).
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La obediencia y el servicio de la autoridad (2 R 10).
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Poseer el Espíritu del Señor y su santa operación, meta suprema de la Regla (2 R 10).
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La castidad, como expresión de libertad (2 R 11).
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La misión entre los infieles, y sus exigencias (2 R 12).
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La fidelidad al Evangelio prometido y los recursos para lograrla (2 R 12).
He enunciado solamente los principales temas y, no obstante, la lista resultó larga, a pesar de que el texto de la Regla es relativamente breve. Téngase en cuenta que estos temas no son siempre desarrollados integralmente por la Regla y que, como hemos dicho precedentemente, para su total comprensión necesitan ser estudiados en el contexto de los otros opúsculos de san Francisco. No obstante, de su simple enunciación se puede deducir la importancia y actualidad que tienen para nosotros hoy.
Pero, además de estos temas, hay en la Regla muchos otros elementos de gran riqueza que merecerían ser analizados con detenimiento. Me refiero especialmente al espíritu que se percibe a través de ciertas expresiones frecuentes a lo largo del texto y que le dan una nota típica a la espiritualidad que la anima. Piénsese, por ejemplo, en el profundo respeto de la persona humana que se refleja en más de veinte frases regidas por verbos como «querer», «poder», «ser lícito» y sus derivados («qui voluerint habere»…, «qui voluntarie eam ieiunant»…, «possint ea repeciare»… «liceat manducare»…), o por el sustativo «necesidad»; en el sentido de reciprocidad que alcanza la fraternidad con apóstrofes como «mutuamente», «entre sí» («invicem», «inter se»); en el valor determinante que se le da a la Palabra de Dios y a la persona de Jesucristo en expresiones como: «porque dice el Señor» o «amonesto y exhorto en el Señor Jesucristo»; en el espíritu de fe profunda en la acción de Dios que reflejan expresiones como «en el nombre del Señor», «con la bendición de Dios», «por Dios», «por divina inspiración» y otras semejantes (al menos diez en total).
Muchos otros elementos de esta índole se pueden encontrar en la Regla detrás de su lenguaje aparentemente rígido y rutinario. Basta un ojo atento y un espíritu abierto para descubrir en ella, a la luz de los otros escritos de san Francisco, los criterios sólidos que deben guiar nuestra vida.
VALOR FORMATIVO DE LA REGLA
Bastaría todo lo anteriormente visto para deducir el valor formativo que tiene la Regla. A pesar de ello, no quiero renunciar a una breve consideración final sobre el papel de primer orden que ella debe tener en el proceso de la formación y, más precisamente, en la formación inicial.
La superación del espíritu juridicista nos está permitiendo descubrir la gran riqueza que se encierra en la Regla. Es una riqueza que es capaz de entusiasmar al hombre de hoy porque da respuesta a muchas de sus profundas aspiraciones. Es característica típica de los jóvenes el dejarse retar por los nobles ideales aunque aparezcan difíciles, y la Regla propone nobles ideales. Quizás los jóvenes los podrán percibir mejor, al estar menos condicionados que otras generaciones por interpretaciones unilaterales.
Pero es indispensable ayudar a los jóvenes a descubrir los grandes valores de la Regla. Se podría decir que ella ofrece desde su mismo contenido una cierta pedagogía que, bien entendida, podría guiar el proceso formativo de los jóvenes. Esta llamada «pedagogía» se comprende mejor si se tiene en cuenta la forma concreto-asociativa como fue escrita, característica típica de la manera de escribir de san Francisco. Después del descubrimiento profundo que el joven hace durante el postulantado de la persona de san Francisco, se encuentra mucho mejor preparado para comprender los grandes temas de la Regla durante el noviciado y para experimentarlos progresivamente durante esta etapa formativa. El orden de la temática que ofrece la Regla a partir de su primer capítulo, sin ser excesivamente sistemático, permite al novicio adentrarse progresivamente en los núcleos fundamentales de la vida de los hermanos menores. Por ello es aconsejable que el conocimiento y la meditación de la Regla se haga a lo largo de todo el Noviciado y no en un curso intensivo de dos o tres meses. La Regla tiene su dinámica propia; por tanto, su estudio no puede confundirse con el de las otras materias propias del «pensum» del Noviciado. No se trata solamente de hacer conocer la Regla, sino de formar para vivir la Regla; de esta manera los jóvenes se capacitarán adecuadamente para el serio compromiso de su profesión religiosa.
Pero, además del carácter pedagógico que por sí mismo tiene la Regla, es importante buscar los medios adecuados a fin de que ella adquiera el puesto que debe tener en la escala de valores de las nuevas generaciones franciscanas. Entre estos medios valdría la pena recuperar «las sanas tradiciones» de la Orden a este respecto. Piénsese concretamente, por ejemplo, en la lectura frecuente de la Regla hecha en común, en la reflexión comunitaria a partir de un determinado texto de ella y, aun, en aprenderla de memoria. Todo esto es algo que, por otra parte, parece corresponder a la intención de Francisco, quien, para concluir la Regla no bulada, dice: «Ruego a todos los hermanos que aprendan el tenor y sentido de las cosas que están escritas en esta vida para la salvación de nuestra alma, y que las traigan frecuentemente a la memoria» (1 R 24,1). A este propósito Tomás de Celano, casi que glosando las anteriores palabras, dice: «Quería que la tuvieran todos, que la supieran todos y que en todas partes la confirieran con el hombre interior para razonamiento ante el tedio y recordatorio del juramento prestado. Enseñó que había que tenerla presente a todas horas, como despertador de la conducta que se ha de observar, y -lo que es más- que se debería morir con ella» (2 Cel 208a).
EPÍLOGO
A manera de epílogo, recojamos sintéticamente las principales ideas expresadas anteriormente:
1. La profesión religiosa de los hermanos menores implica, como un compromiso fundamental de la misma y complementario del voto, la promesa (promissio) de observar siempre la vida y Regla de los hermanos menores.
2. Se tiene la impresión de que el compromiso engendrado por la profesión no coincide hoy con las convicciones de los hermanos sobre el valor de la Regla. Lo que se profesa no tiene una incidencia significativa en la praxis de los hermanos; la Regla no parece ser el punto de referencia para la vida.
3. Entre las causas de la crisis, hay tres que han jugado un papel determinante: la reacción antijuridicista, un espiritualismo o evangelismo reduccionista y las consecuencias del redescubrimiento de los opúsculos de san Francisco.
4. La crisis coyuntural que atraviesa la incidencia de la Regla en la vida de los hermanos puede marcar un momento de purificación, en la medida en que sepamos re-descubrir en ese documento histórico, reflejo de una rica experiencia de vida de Francisco y sus primeros hermanos, las propuestas y criterios válidos para nuestra vida evangélica de hoy y en la medida en que la asumamos como un documento inspirado por el Señor y, por lo mismo, como una expresión de su Palabra que nos habla y nos manifiesta su voluntad.
5. La visión sumaria de los grandes temas contenidos en la Regla así como de las líneas de espiritualidad que se esconden en su lenguaje, nos dan una idea acerca de la riqueza que ella encierra, a veces no suficientemente valorada por nosotros.
6. La Regla tiene grandes valores, capaces de estimular los nobles ideales del hombre moderno y, por sí misma, ofrece una cierta pedagogía que puede guiar el proceso formativo de los jóvenes durante la etapa del noviciado. Estos elementos deberían ser complementados con otros elementos recuperados de «las sanas tradiciones» de la Orden que, por otra parte, corresponden a la intención de san Francisco.
Creo que las anteriores consideraciones no admiten otra conclusión que el sincero propósito de re-encontrarnos con la Regla, objeto de nuestra profesión religiosa, mediante un estudio sereno y constante de la misma, a fin de descubrir en ella las grandes líneas que orienten nuestra respuesta a la vocación específica que hemos recibido, conscientes de que es «el libro de la vida, esperanza de salvación, médula del Evangelio, camino de perfección, llave del paraíso, pacto de alianza eterna» (2 Cel 208a).
N O T A S:
[1] Nota de la redacción.- La fórmula de la profesión que estaba en vigor cuando el P. Uribe escribió este trabajo, ha sido posteriormente modificada. La Congregación para los Institutos de vida consagrada, por decreto de fecha 22 de mayo del año 2004, aprobó y confirmó la modificación que le había propuesto la Orden franciscana, y que ahora se encuentra en el art. 5 § 2 de las Constituciones Generales del 2004, de donde la tomamos. Es de advertir que el estudio del P. Uribe no se ve mayormente afectado por la mencionada modificación.
[2] Véase, a manera de ejemplo:
2 R 1,2: «El hermano Francisco promete obediencia y reverencia al señor papa Honorio y a sus sucesores canónicamente elegidos y a la Iglesia Romana».
2 R 2,14: «Y los que ya prometieron obediencia, tengan una túnica con capilla, y otra sin capilla los que quieran tenerla».
1 R 2,13: «Mas los otros hermanos, los que ya prometieron obediencia, tengan una túnica con capilla y otra sin capilla, si fuera necesario, y cordón y paños menores».
1 R 5,17: «Y sepan que, cuando perseveren en los mandatos del Señor, que prometieron por el santo Evangelio y por la vida de ellos, están en la verdadera obediencia, y benditos sean del Señor».
Test 24: «Guárdense los hermanos de recibir en absoluto iglesias, moradas pobrecillas y todo lo que para ellos se construya, si no fueran como conviene a la santa pobreza que hemos prometido en la Regla, hospedándose allí siempre como forasteros y peregrinos (cf. 1 Pe 2,11)».
[3] Véase: 2CtaF 39-40: «Debemos observar los preceptos y consejos de nuestro Señor Jesucristo. Debemos también negarnos a nosotros mismos y poner nuestro cuerpo bajo el yugo de la servidumbre y de la santa obediencia, como cada uno lo haya prometido al Señor».
2CtaF 64: «… y los que andan tras la mala concupiscencia y los malos deseos, y no guardan lo que prometieron».
2 R 2,11: «Y finalizado el año de la probación, sean recibidos a la obediencia, prometiendo guardar siempre esta vida y Regla».
2 R 10,3: «Por lo que firmemente les mando que obedezcan a sus ministros en todo lo que al Señor prometieron guardar y no es contrario al alma y a nuestra Regla».
2 R 12,4: «… para que, siempre súbditos y sujetos a los pies de la misma santa Iglesia, estables en la fe católica, guardemos la pobreza y humildad y el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, que firmemente hemos prometido».
[4] A. Quaglia, La Regola Francescana. Lettura storico-esegetica, Asís 1987, p. 9.
[En Selecciones de Franciscanismo, vol. XVIII, n. 53 (1989) pp. 243-252]
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-
Uribe, Fernando, ofm, «A todos estoy obligado a servir» (2CtaF 2). El servicio, según los escritos de san Francisco, en Selecciones de Franciscanismo, vol. XIX, núm. 57 (1990) 399-413.
-
Uribe, Fernando, ofm, El itinerario histórico de la Regla de Santa Clara de Asís: una prueba de fidelidad al Evangelio, en Selecciones de Franciscanismo, vol. XXV, n. 75 (1996) pp. 405-432.
-
Uribe, Fernando, OFM, «Ir por el mundo» o la evangelización a través del testimonio, en Selecciones de Franciscanismo, vol. XXVI, núm 77 (1997) 242-262.
-
Uribe, Fernando, ofm, La Regla de san Francisco hoy, en Selecciones de Franciscanismo, vol. XVIII, núm. 53 (1989) 243-252.
-
Uribe, Fernando, OFM, Significado del trabajo en las primitivas fuentes franciscanas en Selecciones de Franciscanismo, vol. XXVII, núm. 80 (1998) 171-194
Compilación bibliográfica elaborada por Alfredo Vanegas Montoya